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por Berta Garcia
Jorge González de Matauco acaba de publicar con Desnivel el libro En busca de las Carreras Extremas. La ruta hacia el Grand Slam Maratón, cuyos derechos serán donados a proyectos relacionados con el sostenimiento de los campamentos de refugiados saharauis de Tindouf, a través de Sahara Maratón. En esta entrevista nos revela el porqué de esta pasión y de este libro.
Jorge González de Matauco ha sido el tercer español en completar el Grand Slam Marathon, prueba deportiva consistente en finalizar al menos un maratón en cada uno de los siete continentes y en el Polo Norte. Acaba de publicar con Desnivel el libro En busca de las Carreras Extremas. La ruta hacia el Grand Slam Maratón, cuyos derechos serán donados a proyectos relacionados con el sostenimiento de los campamentos de refugiados saharauis de Tindouf, a través de Sahara Maratón. En esta entrevista nos revela el porqué de esta pasión y de este libro.
¿Qué fue primero, viajar o correr?
Remontándome casi a mi infancia, empecé a correr medias maratones a los dieciséis años, combinándolo con el fútbol. Viajar para conocer otros países fue posterior, cuando tuve disponibilidad económica. Me gustaba visitar lugares casi como si fuera un reportero, intentando enterarme de los conflictos políticos o cuestiones culturales que había. Cuando me cansé de esto empecé a viajar para correr.
¿Y cuándo empezaste a escribir?
Hasta ahora siempre he escrito libros de viajes. Viajaba mucho en solitario y después he quería compartirlo en los libros. Empecé a escribir en un viaje por la Europa del este a mediados de los años noventa, plasmé las cosas que me había ido contando la gente, y me gustó viajar para escribir. Publiqué sin preocuparme demasiado de vender los libros, y casi perdía dinero, pero tenía la satisfacción de que alguien podría estar interesado. Cuando escribes tus propias experiencias siempre corres el peligro de que se convierta en un ejercicio de vanidad, incluso puede parecer un poco narcisista. Lo que intento yo es contar cosas que tengan interés, algo de los lugares, de los países y, en este caso, de las carreras.
¿Qué tipo de viaje encontraremos leyendo En busca de las Carreras Extremas. La ruta hacia el Grand Slam Marathon?
Me gusta analizarlo en un triple aspecto. Por un lado estaría el aspecto atlético, empezando por el propio título. Con carreras extremas no me refiero a la moda ahora de correr cuanta más distancia mejor, sino a un extremismo geográfico, a lugares extremos como el Polo o la Antártida. No me he preocupado tanto de competir como de disfrutar del recorrido, de hecho en el libro cuento carreras en las que he quedado el último. No he ocultado mi falta de técnica en las carreras por montaña, y en este punto el libro puede tener una doble lectura de cómo a alguien le gusta hacer algo que se le da mal.
Un segundo aspecto es el viajero, son viajes para correr: siete continentes más el Polo Norte que representan el Grand Slam. Podría decirse que la dificultad es básicamente económica, pero también hay que poseer espíritu de aventura. Si lo tienes, hay dos opciones, ahorrar mucho o buscar un patrocinio.
El tercer aspecto es el sentido literario. No me parecía que tuviera que, simplemente, contar mis carreras de una forma fría, porque para eso están los blogs y los artículos. He intentado que el libro no fuera aséptico sino contar emociones y otras historias del correr que enriquecen el relato.
¿Cómo surgió hacer en Grand Slam Marathon?
A partir de la Antártida me enteré de que existía esta opción, pero no me preocupé mucho porque si seguía viajando esto iba a caer por su propio peso. Fue a partir del Polo Norte donde me di cuenta de que podía ser capaz de hacerlo, porque aunque hubiese viajes más largos, digamos que acababa de superar el más difícil.
¿Cómo es el ambiente del Grand Slam Marathon?
Es estupendo, yo creo que es también lo que nos engancha. Conoces gente con tus mismos gustos y siempre surgen amistades interesantes. Es fácil conectar entre nosotros porque compartimos una afición. Yo los llamo “los amigos de las carreras” porque no sé casi nada personal de ellos, pero siempre tenemos tema de conversación. Luego con algunos ya surge una amistad un poco más profunda. Disfrutar del entorno es otra de las cosas que nos unen, al fin y al cabo lo que diferencia estas carreras de los maratones urbanos. Somos gente que corre por la naturaleza, apreciando los distintos paisajes.
¿Qué es más importante, la meta o el camino?
Sin duda, el camino. Hay también un aspecto de reto personal, así que igualmente intentas llegar a la meta, sobre todo si es una carrera larga. Evidentemente no es sólo disfrutar del paisaje, lo que se puede hacer en una ruta de senderismo, también es disfrutar corriendo y llegar a la meta, ¡y sufriendo! Que en una carrera se sufre mucho. Puede que leyendo el libro alguien piense que soy un pupas, pero la intención de ello es en un sentido positivo y en cualquier carrera hay momentos malos y momentos buenos. Hay momentos en los que te preguntas qué haces ahí o te dices que no vas a volver más, pero hay otros en los que casi levitas de lo bien que te encuentras y lo bonito que es el paisaje. El que no corre, es posible que no lo entienda.
¿Alguna carrera favorita?
Como viaje, en de la Antártida. Es un mundo aparte: el hielo y los icebergs, la fauna antártica, el hecho de tener que ir en un barco... Todas esas cosas que le dan un cariz tan especial. En cuanto a carrera, la del Polo Norte, porque es la más extrema en cuanto a condiciones ambientales. Es toda sobre hielo, que realmente es mar congelado, y el terreno más diferente a todos... Es la carrera más especial.
¿Cuál fue la más dura?
La más dura fue, no por condiciones, distancia o geografía, la subida a la Zugspitze. Es el pico más alto de Alemania, pero no era una carrera muy larga sino la subida a un pico de casi tres mil metros, pero las condiciones climatológicas fueron tan malas que el resultado fue un desastre para la mayoría de los participantes. La recuerdo como una conmoción. Hay que tener un poco de precaución y logística, pero a algunos nos gusta demasiado improvisar.
En la parte final del libro cuentas algo que te pasó y que sorprenderá al lector. ¿Por qué decidiste hablar de todos estos problemas que vinieron después?
Tanto si contaba lo que me ocurrió como si no lo contaba, sentía que iba a haber polémica. Finalmente, decidí ser honesto y también he querido darle un sentido positivo que me gustaría que se entendiese. Puede ser impactante para el lector, pero quiero aclarar que aunque se trate de un contratiempo tiene esa intención positiva y no quiero amargarle el café a nadie.
¿Qué has aprendido completando el Grand Slam y poniéndolo en papel?
Escribir el libro supone una tranquilidad. Es contar una etapa de mi vida que ha tenido un principio, un núcleo y un final. A medio largo plazo quizá haré este tipo de carreras o viajaré para correr. Ahora sí, veo más complicado volver a hacer estos viajes tan extremos.
¿Hay historias de los lugares que has recorrido?
Sí, aunque no he querido dar una clase de historia sino un tono ligero. Cuento cosas de exploración o anécdotas de otras ediciones de las carreras, como la edición de la Antártida que se corrió en un barco, o sobre la primera mujer que corrió una maratón. Me he documentado a través de otros libros y referencias en Internet para contar esas historias.
¿Qué sentido tienen para ti las citas literarias que preceden cada capítulo?
Son libros que me han acompañado a lo largo de este tiempo. Hay algunos sobre la actividad de correr y hay otros que son simplemente sobre la naturaleza o la actitud en ella. Son libros que me han impactado de alguna manera y es una forma de acercar al lector a estos otros libros que también le pueden gustar. Esto refuerza el aspecto literario que he nombrado antes. En los títulos de los capítulos hay también un homenaje a estas obras.
Cuéntanos un momento que recuerdes especialmente de toda esta experiencia.
El amanecer en la carrera de Túnez, el Chott Marathon. Empezamos a correr de noche y mientras corríamos amaneció en el desierto de una forma espectacular. También el ambiente en la carrera de Omán, en el campamento. Era una carrera por etapas y hay que compartir todo con los demás corredores durante cinco días, con los que conectas y estás muy a gusto.
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